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El carnaval no es cosa de invierno.
Te imaginas una fiesta popular con más de 25 grupos de danza y hasta 75.000 espectadores invadiendo las calles y plazas de un suburbio nórdico de una de las mayores ciudades escandinavas.

La última semana de mayo es cita obligada de los amantes de la samba, la cueca, el candombe, y en general de muchos ritmos populares latinos y participar en esta gran manifestación cultural.

En 1974 empezó todo.
Desde 1974 y por iniciativa de los recién llegados emigrantes exiliados latinos plantaron la semilla de lo que hoy es el carnaval más importante de todo Escandinavia.
Aquí se oyen ritmos e idiomas de Somalia, del mundo árabe, del Kurdistan, Turquía, Latinoamérica, Brasil, Suecia y un largo etc.
Agrupaciones latinas como las chilenas, bolivianas, brasileñas, uruguayas, argentinas, etc y otras con raíces en culturas africanas se dan cita en el barrio de Hammarkullen de la ciudad sueca de Gotemburgo.

Lo cierto es que el ambiente es muy, pero que muy latino y para aclarar este particular me tengo que retrotraer una vez más a los orígenes del carnaval:

1973 fue un «Annus horribilis».
Seguro que recuerdas que en 1973 el ejército chileno con su comandante en jefe Pinochet apoyado por los intereses de las clases oligarcas del país y con la ayuda de los EE.U.U. derrocaron al presidente Allende.

Estos tristes y repudiables acontecimientos entroncan con nuestra microhistoria de hoy.

Suecia nuestro refugio y un futuro esperanzador.
El por entonces embajador sueco en Chile, Harald Edelstam a la sazón Olof Palme siendo primer ministro sueco se opuso a la barbarie producto del golpe. Se enfrentó a los poderes de los golpistas consiguiendo que un gran número de latinos de diferentes países recibieran asilo en Suecia.
Aquí tienes el germen, el porqué y la razón de esta fantástica y querida manifestación calidoscópica cultural.