Y venían soportando un sol de justicia.
A eso de las cinco y media de la tarde del 16 de un julio abrasador en el barrio malagueño de El Palo se sentía una ligera brisa con mensajes de fuego y destrucción en la no lejana sierra de Mijas y amenazando a las dos poblaciones alhaurinas.
Las criaturas ataviadas con los trajes típicos de marengos apenas podían mitigar el calor si no fuera porque sus madres, siempre protectoras se hicieron con unos aerosoles al paso de la procesión por la esquina de un popular bazar chino. El agua la iban mendigando de los muchos bares y chiringuitos que a su paso encontraban. Un alivio refrescante contra la plomiza solana.
La comitiva salía de la parroquia Nuestra Señora de las Angustias del populoso barrio de arraigada tradición marinera. Dos años esperando a este gran día. Ufanos en acompañar a la Virgen del Carmen.
Chicos, mayores, bandas de música, cornetas, tambores iban anunciando el avance
parsimonioso de la procesión con destino a una de las muchas ensenadas flanqueadas por escolleras o espigones artificiales que jalonan toda la costa de los barrios de El Palo y Pedregalejo, hito de la ingeniería española allá por el año 1986.
Para muchos el interés se centraba en la llegada de la imagen de la Virgen a la ensenada y posterior embarque en una jábega engalanada para la ocasión con sus mejores prendas florales.
Allí nos arremolinábamos a la altura del rebalaje cientos de devotos, curiosos, turistas, bañistas, cuerpo con cuerpo, codo con codo no sin sufrir más de un pisotón, muchos de nosotros con los calzados atados al cinturón. Todos expectantes. Alguien dijo que llegarían a eso de las nueve de la tarde, y así fue. Un gran murmullo surgió por encima de las cientos de cabezas áureas por efecto del sol de poniente a eso de las nueve y media. Y allí entre todas ellas iba destacando la corona de la Virgen confirmando su
llegada entre vítores, vivas a la Virgen, oraciones y apasionadas dedicaciones amorosas.
A 20 metros, casi rozando la arena del mar se mantenía zozobrante la jábega con su proa altiva en dirección a la Gran Esperada. Un gran número de participantes en la procesión formaron un gran círculo de protección alrededor de la Talla Mariana durante el procedimiento de su embarque seguido por los cientos de personas allí congregadas.
Vimos como la jábega con la Virgen se alejaba en dirección a poniente al encuentro de su homónima del barrio hermano de Pedregalejo a eso de bien entrado el ocaso.
Quizás el momento más simpático para mí, el más insólito y mágico fue cuando la jábega había dejado las calmas aguas de la ensenada y el gentío avanzó en tropel ocupando toda ella. De repente, sin que nadie lo ordenara y seguro siguiendo la tradición, las aguas, que se consideraban benditas por la anterior presencia de la
Virgen, comenzaron un baile sorpresivo y loco anegando cuerpos entre chapoteos de grandes y pequeños. La gran fiesta de la Reina del Mar llegaba a su fin con la alegría y jolgorio en homenaje festivo a la Virgen más querida de estos amantes del mar y orgullosos portadores de una tradición tan marenga y tan paleña.
EXIF: Canon EOS5D MarkIII. Sigma Art 35 mm 1:1.4 DG
Otroligt fina bilder👌👌👌