Las Hurdes, un vergel que lo fue maldito. Parte I

De un pasado oscuro a un presente esperanzador.
Estoy seguro que muchos de los pertenecientes a mi generación tienen una idea sobre unas Hurdes que responde a un pasado oscuro de siglos de olvido, pobreza y subdesarrollo. Y por supuesto de desinformación interesada.

Partí rumbo a las Hurdes en una primavera radiante con sabor al salitre y brisa mediterráneos. Avancé por la Ruta de la Plata hasta adentrarme en lo más profundo de esta región del norte cacereño.

100% naturaleza vibrante.
Quedé sorprendido por su grandiosa naturaleza, por sus profundos valles, por el correr de sus aguas, por lo afable de sus gentes, sus alquerías y los pequeños enclaves habitados por gentes abiertas a una sincera y distendida conversación.
Dolido, por qué no, por las heridas y cicatrices que grandes incendios marcaron algunos valles con sus montes y cumbres mostrando los ennegrecidos y esqueléticos troncos de una masa forestal que tornó del verde pino intenso a escenarios de catástrofe ruinosa.

Iba equivocado.
Buscaba las Hurdes de antaño y me encontré (iba equivocado) con una región que gracias al turismo va levantando cabeza a pesar del envejecimiento y pérdida de población.

Una experiencia única.
Serpenteé por valles y caminos. Recorrí alquerías. Pernocté en cimas que me brindaron majetuosos atardeceres y disfruté de frescos despertares.
Fotografié lo que me llamó la atención.
Y regresé sobre mis pasos a los húmedos vientos de la ciudad de la eterna primavera con la sensación de haber vivido una experiencia única y plena.