Los secretos de una antigua harinera del S.XIX

Daba gusto ver al río Ega correr con insólita fuerza y oír sus protestones bramidos en los últimos días del año que estaba a punto de concluir.
Un verano extremadamente seco había dejado su cauce sin fuerzas para atestiguar su omnipresente bravura.

La presa que separa en dos la región salmonícola mixta aguas abajo y la salmonícola aguas arriba se vestía como nunca de espumosos y volátiles encajes al pie de la caída libre y saltarina  de la gran avenida. El río rugía con alegría mostrando músculo y lanzando entre vaporosas nubes al pie de la rompiente un grito de victoria: -¡Vuelvo a ser lo que fui!

Atraído por el escándalo, para nada amortiguado por el follaje y la arboleda de ribera me acerqué a observar la magnífica escena de la crecida. Aprovechando que llevaba mi cámara quise desde esa posición superior plasmar el bullicioso espectáculo.

La presa retenía la inmensa corriente que parte de ella era doblegada a encauzarse contra su voluntad por ese pasadizo angosto y profundo moviendo poleas, girando engranajes, acelerando ejes y correas, batiendo artilugios mecánicos, moliendo el grano de los productivos valles cercanos bajo la otrora fábrica Electro-Harinera «Carmen» convertida en hotel gracias a la sensibilidad de algún protector del patrimonio industrial de la ciudad de Estella-Lizarra, Navarra.

Busqué una mejor posición para la toma fotográfica y justo al extremo opuesto de donde me encontraba al bordear el edificio descubrí una escalera que supuestamente me conduciría por su posición a la parte inferior del río y con suerte al pie de la presa.

El hotel lucía un pequeño letrero con el texto: «Cerrado durante las vacaciones de Navidad». Así que ni corto ni perezoso al ver que ni puerta ni cancela se interponían en mi camino  descendí a una plataforma de césped de verde intenso. No tardé en deducir que me encontraba en el jardín del hotel, espacio flanqueado en su perímetro por una espesa vegetación que a modo de cancerbero y frontera defendía el sorprendente secreto de alguien que con una imaginación y creatividad insólita había creado esos guardanes del lugar.

Si mi primera intención fue la de dar con la perfecta posición para fotografiar la presa desde la parte baja del río, me vi sorprendido casi de inmediato por una pléyade, nunca mejor dicho, de seres casi indescriptibles que habitaban el recinto recién descubierto. Ellos me desviaron de mi objetivo principal y ante tan sorprendete presencia, saqué mi cámara del zurrón, medí la luz, distancias, sensibilidad, velocidades y me dediqué con cierto pudor transgresor de quien sin permiso actuaba como intruso a «robar» la intimidad del lugar.

Localización
Hotel Tximista. Estella-Lizarra, Navarra. España

EXIF:
AWB ISO100 ó 200. EF24-105mm f/4L IS USM.
Canon EOS 5Ds R